El tercer viviente tiene un rostro como de hombre

7El primer viviente como un león; el segundo viviente, como un novillo; el tercer viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en vuelo.

Apocalipsis 4:7

El tercer rostro “como de hombre”representa la humanidad celestial redimida por Jesucristo; el rostro como de hombre con alma espiritual, que está en presencia del trono, representa a la humanidad que ha sido fiel a Dios durante su estancia en la tierra y forma parte del pueblo de Dios, al que da continuamente gloria, honor y acción de gracias.

El rostro como de hombre del querubín puede significar también la figura de Jesucristo como hombre, su testimonio y su comportamiento en el mundo. Jesucristo verdadero hombre, sin dejar de ser Dios, asumió la naturaleza humana, en todo igual a la nuestra menos en el pecado. Jesucristo, como hombre, vivió en el mundo haciendo la voluntad de su Padre Dios haciendo el Bien y aceptando libremente su muerte en la cruz, para reconciliar a la humanidad que había desobedecido a su Creador, en la persona de nuestros primeros padres en el Paraíso terrenal.

El rostro como de hombre representa a la humanidad vencedora de la muerte, que constituye la nueva humanidad redimida por la muerte de Jesucristo en la cruz, resucitada y elevada al cielo, formando parte de la Nueva Creación (2Co 5,17).

La Resurrección de Jesucristo abarca a todo lo creado incluido el universo infinito que, al final de los tiempos, alcanzará su máxima perfección y esplendor y la humanidad habrá alcanzado su nivel máximo de felicidad y de gozo en la presencia de su Creador.

Con nuestra Resurrección, unida a la de Jesucristo y a la de nuestra madre María, comienza una nueva manera eternamente y dichosa de la existencia humana.

La nueva creación comienza para el hombre Ya en este mundo, cuando se reconcilia con Dios (2Co 5,20) ; ha desaparecido la enemistad con Dios.

La encarnación redentora de Jesucristo es el gran acontecimiento cósmico y el gran misterio inefable que transforma totalmente el universo material, en” un cielo nuevo y en una tierra nueva” y hace al género humano rey de la creación en Jesucristo rey del Universo. En Jesucristo se cumplen todas las promesas y todas las bendiciones para la humanidad. La fe en nuestra propia Resurrección, para una vida eterna y gloriosa, da sentido y trascendencia a nuestra vida perecedera en la tierra.

La Dignidad del Ser Humano.

El fundamento de la dignidad del ser humano es ser imagen de Dios; el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, poco inferior a los Ángeles, por su gran amor a nosotros; nos ha creado seres inmortales y nos ha puesto todo bajo nuestros pies; nos ha convertido en seres vivientes privilegiados de la máxima dignidad y ocupamos un lugar único en el universo. El ser humano es el ser viviente más precioso de la creación a los ojos de Dios; para él creó Dios todo lo que existe en el cielo y en la tierra y su vida es sagrada.

Dios ha dado al ser humano el privilegio de participar en el gobierno divino de la creación visible. Nuestro ser se compone de un cuerpo formado de materia cósmica corruptible y mortal, y de alma espiritual incorruptible e inmortal directamente creada por Dios, no generada por nuestros padres. La naturaleza del hombre no se compone de dos naturalezas distintas unidas; no hay una dualidad en el hombre, sino que forman una única naturaleza y en la Resurrección, al final de los tiempos, el alma inmortal se unirá de nuevo a su cuerpo y vivirán juntos eternamente felices.

La prueba que el amor de Dios al género humano es infinito es que nos creó semejantes a Él y, cuando desobedecimos sus mandamientos, envió a su único Hijo Jesucristo al mundo para restablecer nuestra amistad con Él, tomando nuestra misma naturaleza y aceptando su muerte en la cruz en obediencia al Padre.

La Humanidad en el Cielo

Dios nos ha hecho personas libres; la inteligencia y la voluntad de nuestra alma nos hacen libres y dueños de nuestros actos; estos pueden ser buenos, o malos cuando no hacemos su voluntad. Dios nos ama y nos conoce antes de nacer; nos creó y venimos al mundo con una misión concreta para cada uno de nosotros; nos ha hecho representantes de Él en la tierra y administradores de todo lo que existe en ella.

El destino final de los seres humanos está en Dios participando de su misma vida divina eterna, colmados de felicidad o lejos de Él con una vida de terribles sufrimientos eternos.

Dios tiene un amor infinito que abarca a toda la humanidad: a buenos y malos, de distintas creencias, razas, culturas o condiciones económicas y sociales; quiere que todos nos salvemos y lleguemos a conocer la verdad de nuestra existencia y así podamos ser eternamente felices con Él en el cielo.

Jesucristo es, a la vez, Creador, Mediador y la Plenitud del ser humano, la imagen de Dios invisible y el único Salvador absoluto del género humano.

La resurrección de Jesucristo y nuestra resurrección en Él, es la única respuesta que da sentido a la existencia humana en la tierra y nos abre la puerta a una vida eternamente feliz en Dios como hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, nuestro hermano mayor.

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