El segundo viviente, como un novillo

7El primer viviente como un león; el segundo viviente, como un novillo; el tercer viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en vuelo.

Apocalipsis 4:7

El novillo (toro) ha sido, desde el principio de los tiempos un animal inseparable del hombre; le ha acompañado en la evolución de las civilizaciones a lo largo del tiempo; ha ayudado a los hombres en las labores del campo y sirviéndoles de alimento cuando es sacrificado. El toro se convierte en un símbolo para el hombre por sus cualidades animales: fuerza, potencia, fogosidad, belleza y majestuosidad. Por sus cualidades y comportamiento, el hombre consideró al toro como una fuerza fecundadora de la naturaleza creadora de vida, mereciendo ser respetado y venerado como un semidios.

El toro es un ser viviente servidor y protector del hombre que se convirtió en la cultura minoica (3000-2000 A.C.) en un animal mítico, en un símbolo de la fertilidad, de vida duradera y en un símbolo religioso digno de veneración y de adoración, acompañando a la gran diosa madre primitiva, como componente masculino fecundador. En el período neolítico el llamado Toro Celeste de Mesopotamia representa la Creación entera, hombres, animales y plantas y ostenta poderes cósmicos en la constelación de Tauro hasta el final del período neolítico.

El toro es uno de los animales sagrados más citados del Antiguo Testamento; fue adorado por Abram en Ur de los caldeos y por Jeroboán en Betel; está presente en la Biblia en muchos pasajes con diversos e importantes significados y acepciones.

El toro representa la fuerza salvadora, la vida que no muere y la trascendencia. Los significados más importantes del toro en la Biblia están relacionados con las manifestaciones del poder de Dios.

El dios hebreo inicial era el toro de Jacob que más tarde será reemplazado por el Dios de Jacob. En el pueblo de Israel primitivo, el toro como animal sagrado, era sacrificado a los dioses paganos como ofrenda de propiciación, con la que el pueblo lavaba sus pecados con la sangre de un toro sacrificado.

Este rito pagano prefigura veladamente, el poder de la sangre de Cristo que será derramada en el sacrificio de la cruz para el perdón de los pecados de los hombres. El toro representa el ímpetu, la fuerza en proclamar el reino de Dios de Jesucristo; su paciencia, su espíritu de servicio y entrega total a socorrer las necesidades espirituales y materiales de los hombres de su tiempo.

Síntesis de la Gran Influencia del Toro en la Evolución de la Religiosidad del Hombre a lo largo de la Historia.

El toro es un animal mítico protector que ha tenido gran importancia en la vida del hombre primitivo y en la evolución de la humanidad a lo largo de la historia; primero como animal de caza proporcionándole alimento, como se expresa en las pinturas rupestres de las cuevas del paleolítico, entre las que destaca la cueva prehistórica de Lascaux en Francia (ca. 13.500 AC).

El Toro de las Cavernas

La figura del toro esculpido en piedra aparece en el llamado primer santuario de la historia, el yacimiento megalítico de Gobekli Tepe (ca. 12.000 AC.) situado cerca de la ciudad de Ur de Caldea (Urfa) al sur de ciudad de Anatolia, de donde salió el patriarca Abram, a la edad de 75 años, hacia Canaán (ca.1770 AC); fue enterrado en la ciudad de Hebrón (ca.1675 AC).

Toro de Gobekli Tepe (12000 AC.)

Otro yacimiento muy importante es el asentamiento de Catal Hüyük en Anatolia Central (VI milenio AC.) que indica la presencia de la primera ciudad neolítica del mundo, en la que se encontraron estatuillas de la diosa Madre de la fertilidad y cabezas de toro en las paredes de las casas. Por primera vez aparece la certeza del culto al toro en el mundo egeo de la Anatolia hitita, el toro sagrado de los Hattianos, que recibió veneración y culto acompañando a la diosa Madre primigenia, como símbolo de virilidad. El culto a la diosa Madre desapareció hacia finales del Neolítico (ca.3.500 AC.).

Toro de Catal Huyuk, Anatolia (VI milenio)

El culto al toro es la base del desarrollo de las religiones en el período neolítico, y en las edades del cobre y del bronce, en Mesopotamia y en los territorios situados en la zona de su influencia.

Desde el final del período neolítico hasta el final de la edad del bronce (ca.1200 A.C), el culto al gran toro celeste “gugalanna” asociado a la luna, que sobrevivió en la costelación de tauro, se extiende por toda Mesopotamia y por sus zonas de influencia como Canaán, cuna de las grandes religiones monoteístas, en la que el dios creador El era representado con una tiara de cuernos de toro sobre su cabeza. En las regiones de Asia Menor tuvo gran influencia la figura de toro, que fue adoptada por el dios solar Utu (Marduk) y el toro celeste se convirtió en un símbolo cosmológico en el poema épico de Gilgamesh.

El toro Celeste; Epopeya de Gilgamesh (2800 AC.)

El pueblo hebreo estaba fuertemente influenciado por las religiones semíticas de Mesopotamia y de Canaán; antes y después de asentarse en la tierra prometida dieron culto al toro, como queda atestiguado en el relato del becerro de oro de la Biblia (Éxodo cap. 32).

El Becerro de Oro

El culto al toro apareció en Egipto también en época temprana (ca.3050 AC.); fue adorado por los primeros pobladores del valle del Nilo y el toro más importante fue el toro Apis. El culto al toro se expendió también al norte de África y a la península ibérica.

La veneración al toro sagrado pasó posteriormente de Mesopotamia a la Isla de Creta durante la civilización minoica en la edad del cobre y del bronce (ca.3000-1000 AC.); sus símbolos religiosos eran su cabeza o sus cuernos ceremoniales (palacio de Cnosos en Creta (ca. 2.000 AC.). El toro o bestia de Creta era el Minotauro, una bestia mítica monstruosa y terrible, mitad hombre y mitad toro (blanco) que estaba ligado a la famosa epopeya del Gilgamesh, soberano mítico de la ciudad sumeria de Uruk (ca. 2800 AC.). El patriarca Abram pudo oír el relato de la epopeya de Gilgamesh que, por entonces, ya había sido escrita en tablillas de arcilla; el Minotauro perteneció también al panteón romano de los dioses.

En la religión mitológica politeísta griega no aparece el toro como uno de los semidioses, sino como la encarnación de ellos, desapareciendo como divinidad.

El toro era uno de los atributos de Zeus como símbolo de poder y de fecundidad. El dios Dionisio toma la figura de toro o de sus cuernos, en los ritos dionisíacos que se realizaban para significar la fertilidad. Los dioses Eros y Poseidón también estaban relacionados con el toro.

Aunque no es una divinidad, Sin embargo, el toro se sigue considerando como un animal muy noble y majestuoso, sin dejar de ser misterioso y agresivo, y venerado en la religión griega convertido en una ofrenda perfecta a los dioses que relaciona al hombre con la divinidad a la que representa.

En Roma desapareció el culto al toro sagrado como tal, pero se conservaron las creencias de la humanidad neolítica del toro sagrado y su figura se unió al culto sincrético romano del dios Mitra, dios solar invicto del cielo y de la luz (siglo I-IVDC.) y al culto místico-religioso pagano-helenístico tardío del toro astral que terminaba con la muerte del toro.

El culto a Mitra provenía del zoroastrismo persa (siglo VI AC.) y se trasmitió posteriormente al hinduismo de tradición védica.

El dios Persa Mitra

En el mitraísmo el dios Mitra mata al toro astral, como un acontecimiento mítico, creador y regenerador de significado simbólico, rememorando la epopeya del rey mítico Gilgamesh que mató al toro celeste.

El culto al dios Mitra tenía un carácter mítico, salvífico y cosmológico, como alegórico del ciclo vital del comienzo de la regeneración y de la salvación de toda la creación en el que intervienen los astros. El toro sacrificado en el rito del mitraísmo es el toro celeste, el toro de la creación de todos los animales y plantas, que resurgen de su cuerpo sacrificado en el banquete ritual.

El mitraísmo se extendió desde Roma por toda Europa y rivalizó con el cristianismo de los primeros siglos influyéndose mutuamente; el culto a Mitra se difundió por muchos países de Mesopotamia, de Europa y del norte de África; su culto se extinguió en Roma al final del siglo IV DC.

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